Femicidio, una barbarie silenciosa

 

Femicidio, una barbarie silenciosa
Por: Mariana Linares Bigott Abog. UCV.

A través de las redes sociales se dieron a conocer tres aterradoras historias de mujeres víctimas de femicidio en el estado Portuguesa, dos de ellas fueron víctimas de agresión sexual y torturas, mientras que la última fue asesinada por su ex pareja.

En Venezuela no existen registros oficiales por parte de las instituciones del Estado, donde se muestren las verdaderas cifras de estos delitos, lo cual convierte a la violencia contra la mujer en una plaga silenciosa, no enfrentada adecuadamente por las autoridades venezolanas.

El femicidio en Venezuela es un flagelo que angustiosamente se agrava día a día, tras la inacción de las autoridades, la falta de justicia, y la carencia de acciones que apunten a acabar o a dirimir la violencia de género.

Las cifras y los hechos en los que se asesina a una mujer cada 33 horas se conocen gracias a la ardua labor de activistas feministas que hacen un esfuerzo por representar esta problemática, ni el Gobierno de Maduro, ni el interinato de Guaido se encargan de dar a conocer las cifras oficiales de los femicidios ocurridos en el país. Pareciera que estos hechos son considerados un problema de menor grado, pero lo cierto es que se trata de una situación peligrosa que afecta a todos los estratos del país, sin ningún tipo de distinción. La violencia de género no conoce fronteras ni estratos sociales o preparación académica, su raíz está profundamente arraigada a la esfera cultural, se trata de una conducta aprendida y enmarcada por la sociedad.

Hace unos años atrás la palabra “Femicidio” en nuestro país era casi una utopía, las autoridades, instituciones y medios disfrazaban estos términos como “crímenes pasionales”, intentando menospreciar el término y reducir una violencia más compleja (femicidio), en algo común para todos (homicidio).

Nuestra sociedad aún establece falsas premisas como: “las mujeres mueren, como los hombres, productos de las pasiones de los seres humanos”, es un falso concepto que hay que diferenciar, pues el femicidio consiste en el asesinato intencional de una mujer (niña, adolescente, joven, adulta) por odio, desprecio a la condición de ser mujer, este palabra no se refiere sólo a quitarle la vida a una mujer, se considera también el proceso previo, que suele estar cargado de violencia, donde puede presentarse: abuso sexual, tortura, violación, esclavitud sexual, violencia física, psicología o emocional.

El femicidio en el país, se tipifico como delito por primera vez en la reforma de la Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia, el 25 de noviembre del año 2014, en Gaceta Oficial número 40.548. Anteriormente los asesinatos de mujeres no tenían un nombre ni calificativo en el sistema legal venezolano, por lo que, eran considerados un homicidio.

Ahora bien, en la actualidad el femicidio consta de un tipo penal autónomo, pues como se expreso supra, está tipificado en una ley especial (Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida libre de Violencia), y no en el código penal.

En nuestro país muchas veces los asesinatos de mujeres por su género no se imputan como femicidio, es decir, el Estado se hace el “ciego, sordomudo”, y lo califica como un homicidio ordinario, siendo el femicidio un delito de mayor gravedad, no por el hecho de dar muerte a una mujer, sino porque se trata de un crimen de odio hacia la mujer. Entonces se presume, con base en evidencias, que el autor actúa por causas de odio, como agresión sexual, psicológica, acoso, o violación. Sin embargo, a veces es difícil encajar la muerte de una mujer en el marco de femicidio, y por ello se imputa como homicidio ordinario.

Es importante acotar que la mayoría de los femicidas son personas sin rasgos antisociales o sociopatas, ellos están entre nosotros, conviven con nosotros, pueden ser “buenos” padres, amigos, novios. No son enfermos psicóticos, solo poseen una formación machista característica y trascendental, sienten que el cuerpo de la mujer les pertenece. Por ende, considerar que son enfermos mentales sigue siendo una negación social que intenta darle una explicación errónea a la gravedad de la situación y en parte los exime de su responsabilidad.

Por su parte, los efectos de la violencia pueden afectar al bienestar de la mujer para el resto de su vida, o incluso llevarla a la muerte, como es el caso del femicidio. La violencia contra la mujer siempre será inadmisible y reprochable, no puede ignorarse, ni despreciarse.

Como diría Eduardo Galeano:

“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.

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